
Este post es sobre lo rápido que lo que conocemos pasa de ser una cosa a otra, es decir, de los cambios. Hoy hablaba con la hermana de mi abuelo, la tía Dolly. Ella me decía que uno de sus mayores miedos era el momento en que ya no le dieran licencia para conducir. "A muchas amigas les ha pasado, porque se empiezan a enfermar y ya no ven o se han caído y tienen que usar bastón". Algo que parece tan trivial como eso, marca la diferencia (para ella) entre ser autosufiente y dependiente. De un día para otro todo cambia, es como dejar de ser un individuo para pasar a ser un viejo.
Pero no sólo con las personas pasa eso, también con las cosas y la comida.
La primera vez que comí sushi tenía como 14 años y no me gustó para nada. Mi hermano, que es una suerte de innovador o líder de opinión de bajo perfil, nos lo llevó para que probáramos esta maravilla y supongo que se debe haber sentido bastante desilusionado al darse cuenta que nadie apreciaba este manjar que, además, era carísimo. En esa época y hasta hace un par de años atrás, en esa época el sushi era como el pariente rico de la comida china, era la cumbre del estatus, algo reservado para grandes ocasiones. Sin embargo, ahora hay casi tantos restoranes de sushi como chinos o por lo menos, los suficientes para que su precio sea accesible y para regodearse entre unos y otros.
El caso es que mi papá, quien suele obsesionarse con algo y no dejarlo hasta que aparece otra cosa, descubrió que también traen sushi a domicilio y últimamente no hemos tenido tiempo para ir al supermercado, así que hemos comido más sushi que en mis anteriores 25 años y nueve meses (lo cual no deja de ser bueno, porque antes pasamos por la etapa de la pizza y comerla varias veces a la semana es un atentado para cualquier dieta). Pero, y sin afán de quejarme, yo que siempre decía que podría comer sushi toda la vida sin aburrirme, debo reconocer que todo tiene su límite. No crean que ha dejado de gustarme, solo que 5 veces en dos semanas es un poco mucho.
A lo que iba. Todo cambia. ¡Pero que gran descubrimiento! ¿me darán un premio por eso o la Violeta Parra está antes? El punto, es que las cosas varían más rápido de lo que somos capaces de apreciar (ya sé que tampoco es una reflexión muy novedosa, pero es un hecho que siempre ha llamado la atención). Ya lo dijo alguien: fama es emífera.