Hold on... Espera antes de victimizarte. Eso dijo. Y tenía razón.
Su inglés era un híbrido que a veces costaba entender, su español también. Sin embargo, siempre tenía la razón... No sé cómo lo hacía, pero poseía esa claridad de aquellos que no esperan nada de los demás, ni buscan que otros esperen de ellos.
Y yo, bueno, yo era lo contrario. Aunque no siempre fue igual, en alguna época tenía certeza de muchas cosas y eso me daba cierta estabilidad emocional, pero los años me jugaron en contra. No es que sea una persona anciana, de hecho, soy bastante joven, pero por afán de suavizar mis juicios, creo que subyugué mi personalidad. Me pedían que dejara de ser mordaz, y lo hice. Ahora me piden que intente tener un poco más de sentido del humor. Too late my friends... He pasado de no tener corazón, al egocentrismo propio de quienes se sienten tocados por la varita de la profundidad sentimental. Sólo que yo tengo la certeza de que mis sentimientos son tan profundos como la carne en las hojas de una alcachofa.
Y en eso estábamos, yo contaba mis tragedias sin ningún asidero ni responsable más que mi propia inseguridad. Mientras, su mano acariciaba mi cabeza e intentaba convencerme de que nada podía ser más perfecto que mi vida. Tenía razón, hasta yo sabía eso. Pero tenía la sensación de que el mundo no es para los optimistas y que la realidad exigía un poco de tempestad.
Lo divertido era que por su lado si había razones para quejarse. Motivos que debieron perturbar hasta al más profundo de los espíritus, pero en su mente no había energía para andar llorando por los rincones. Supongo que por eso me aguantaba y consolaba, hace muchísimo tiempo había bloqueado su tolerancia al dolor personal, había decidido ser libre e independiente. Imagino que mi incomprensible sufrimiento le recordaba porqué había abandonado esa vía.
Todo iba bien, as usual como habría dicho levantando los hombros y mostrando una mueca con la boca. Una gesto que le hacía parecer un ser gracioso. De pronto se levantó, me repitió que yo tenía las cosas y las reglas bastante claras desde el principio, was fair enough. Tomó un sorbo de la coca cola que habíamos comprado para pasar las penas y me dejó ahí. Yo figuraba en un sillón que hacía perfecta combinación con las cortinas chillando que el problema era mío porque no conseguía ser natural. Mis sentimientos pasaban a un estado de limbo y mi niveles de tolerancias a la frustración descendían, mientras emprendía la tarea de mostrar los talentos que se negaban a relucir en medio de semejante espectáculo. Eso pasaba cuando me enamoraba. Lo curioso es que estoy segura, de que dentro de mi ridículo análisis de la realidad, esa parte era bastante certera. Se trataba del síntoma estúpido de mi inseguridad congénita.
El problema es que gasté tanto tiempo pensando porqué hacía eso y lo estúpido que podía resultar pasar horas de trabajo, caminata e incluso entretención auto psicoterapiándome, que me olvidé de preguntar qué pasaba por la vida de los demás.
A pesar de todo, ese día fue el último. Se acabó. At least i finished telling others how bad i felt about my not tragic, tragic life. Y cómo ocurrió que me "mejoré"? Ese día fue la última vez que vi la mueca y el recogimiento de hombros. Llegué al punto de agotar a la única persona inagotable (debería merecer algún mérito, no?).
3 comentarios:
¿Y qué pasó que te pusiste cuentera?
A veces hay q cambiar de rubro.
Ñoña, hace tiempo no te leía algo tan bueno. Las cosas a veces salen del corazon, y salen mejor
Publicar un comentario